Día 3 – Cuando me convertí en tu apoyo emocional
Algo que viví desde muy niña, y que hasta hace poco comencé a comprender:
Cuando no sabías qué hacer con papá, me pediste consejo.
Cuando llorabas, yo estaba ahí, tratando de consolarte,
aunque por dentro no entendía nada y solo quería que todo se arreglara.
Pero también te vi rota, y aprendí a sostenerte.
Sostenerte con mi silencio, con mi buen comportamiento,
con mis palabras cuidadosas, con mis logros, con mi presencia.
Yo era una niña.
También me perdí en un rol que no me correspondía.
Dejé de ser hija para convertirme en tu contención.
Y esa carga, aunque tú no la notaras, pesaba.
Sé que tú también necesitabas apoyo,
y yo era lo más cercano y confiable.
Pero ahora entiendo que ese lugar que ocupé me dejó vacíos…
Vacíos que, con los años, he intentado llenar buscando aprobación,
siendo “útil” para todos, cargando con responsabilidades que no me corresponden,
y, sobre todo: olvidándome de mí.
Me cuesta recibir si no doy antes,
me siento culpable si algo me llega sin esfuerzo,
y no sé descansar sin sentir que debo compensarlo con trabajo.
No te culpo.
Pero sí necesito devolver, simbólicamente, lo que tomé sin saber.
Hoy dejo de ser tu pequeña terapeuta.
Hoy vuelvo a ocupar mi lugar como hija:
ligera, plena y en paz…
Y tú también mereces que yo no te cargue más.
Tu hija…
la que ya no será más tu pilar emocional.
Mamá…
Hoy me atrevo a poner en palabras algo que por mucho tiempo no supe nombrar:
Me convertí en tu apoyo emocional.
Cuando te sentiste sola, me volviste tu compañía.
Te vi fuerte muchas veces…
Pero mamá…
Aunque me sentía importante al estar cerca de ti,
cuando me volví tu consuelo, me alejé de mi infancia.
Sé que no lo hiciste con intención.
Hoy reconozco que ese patrón ha afectado incluso mi relación con el dinero.
Mamá…
Hoy dejo de ser tu sostén.
Y lo hago con amor, no con reproche.
Porque merezco tener una vida propia,
con compasión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario