Día 4 – Entre lo que me diste y lo que no supiste dar
Mamá…
Hoy me siento entre dos orillas.
La orilla del amor que te tengo…
y la del dolor que me provocó lo que no supiste darme.
Es difícil hablar de esto sin que parezca que no agradezco lo que hiciste.
Pero mamá, te lo digo con el alma:
te agradezco. Y al mismo tiempo… me dolió.
Me diste la vida, y con ella tantas cosas que reconozco con cariño:
tus cuidados, tu esfuerzo, tus desvelos, tu manera de hacer magia cuando no había nada.
Me diste valores, dirección, ejemplo…
y una fuerza para resistir que hasta hoy me sostiene.
Pero también hubo carencias.
Momentos en los que me sentí sola, aunque estuvieras.
Frases que me hirieron más de lo que imaginabas.
Silencios que se sintieron como frío en el alma.
Reproches que me hicieron pensar que debía hacer más… para ser suficiente.
Y esa parte, la que no supiste dar, también la viví.
“No me faltó amor, mamá… me faltó sentirme amada sin condiciones.”
Hoy reconozco ambas cosas:
Lo que sí me diste —y lo abrazo con el corazón abierto—
y lo que no pudiste dar —y lo suelto sin rencor.
No lo hago para victimizarme.
Lo hago para dejar de dividirme internamente.
Porque durante mucho tiempo pensé que si señalaba lo que me dolió, era como traicionarte.
Y eso me llevó a callar partes de mí que hoy necesitan ser reconocidas para poder sanar.
Quiero agradecerte de verdad…
pero sin negar lo que me faltó.
Porque solo desde esa sinceridad puedo encontrar mi centro,
recibir la vida completa,
y abrirme a una abundancia que no me exija negar mi historia.
Mamá, no te culpo.
Y tampoco me callo más.
Te miro con amor,
y me miro con compasión.
Y desde ese lugar…
te doy gracias,
pero también me doy permiso.
Con respeto y verdad,
tu hija…
la que honra todo, sin negar nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario