Día 18 – Me abro a la prosperidad sin miedo a traicionarte
Mamá…
Por mucho tiempo creí que si yo tenía una vida más ligera, más libre o más próspera que la tuya…
eso era traicionarte.
Me invadía la culpa solo de pensar en ganar más, vivir mejor, recibir amor sin sufrimiento, o descansar sin remordimientos.
Como si al hacerlo, dijera: “lo tuyo no fue suficiente”.
Pero no es así.
Hoy lo veo con más claridad.
Tú diste lo que supiste dar.
Y aunque hubo carencias, también hubo entrega.
Y aunque dolió, también aprendí.
No te traiciono al vivir distinto.
Te traicionaría si me anulo, si me encierro en los mismos patrones solo por lealtad.
Cargar con tu historia no me convierte en una buena hija.
Repararte desde el sacrificio no me hace más amorosa.
Y sentirme culpable cada vez que tengo un logro no me hace noble, solo me hace pequeña.
He vivido con un peso que no era mío:
la creencia de que solo puedo recibir si me duele,
de que tengo que justificar cada paso,
de que si no me cuesta, no lo merezco.
Pero mamá, yo no nací para repetir tus heridas.
Nací para tomar tu vida como cimiento… y construir algo nuevo.
“Hoy entiendo que no te honro quedándome atrás.
Te honro creando algo mejor con lo que tú sembraste en mí.”
La prosperidad no me separa de ti.
La culpa, sí.
Y ya no quiero más culpa.
Quiero amor.
Quiero abundancia de verdad: esa que incluye el alma, el cuerpo, los vínculos y el dinero.
Esa que no excluye, ni hiere, ni se esconde.
No voy a renunciar a mis sueños por miedo a hacerte sombra.
No voy a apagarme para que tú brilles en el recuerdo.
Y no voy a estancarme para calmar mi miedo infantil a perder tu amor.
Porque el amor verdadero no exige sacrificios eternos.
El amor verdadero sostiene, impulsa y libera.
Mamá, gracias por la vida.
Y con ella, me doy permiso de vivir bien.
De avanzar sin mirar atrás con miedo.
De crecer sin pedir perdón.
De gozar sin sentir que te dejo sola.
Hoy te llevo en el corazón,
pero ya no en mis cadenas.
Te llevo en mi gratitud,
no en mi deuda.
Y si me ves volar…
no es porque me alejo de ti,
es porque por fin…
estoy floreciendo para las dos.
—Tu hija,
la que se abre a la prosperidad…
con libertad,
con respeto,
y sin miedo a ser feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario